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YA NO QUEDAN MAS CAMPITOS
En muchas oportunidades charlando con colegas y amigos, compañeros de trabajo en la escuela y el club, vemos que nuestros niños y jóvenes educandos y deportistas, tienen déficit en el desarrollo de las capacidades motoras, o decimos nosotros con términos propios, no están fundamentados. Es que sólo es la clase de Educación Física de la escuela, el lugar único y exclusivo para su desarrollo y vivencia motriz, o en el mejor de los casos, la práctica sistemática en el club. Es que ya no quedan espacios en la ciudad (o quedan pocos), en donde nosotros los cuarentones, en épocas no muy lejanas; desarrollábamos, vivenciábamos y disfrutábamos de experiencias motrices nuevas o ya adquiridas y las entrenábamos a diario en nuestro Gran Estadio llamado Campito.
Nunca juntábamos 11 vs 11 para un picado de fútbol, quizás, en el mejor de los casos, un 5 vs 5 o 6 vs 6 y allí jugábamos a 12 goles pero partido, revancha y final y no sólo 1 hora, sino, hasta que desaparecía el sol y no se veía más. Acaso allí no entrenábamos la resistencia, la velocidad, y, más específico todavía, el pase, la conducción, el remate, la creación de espacios, el juego del 1 contra 1?. Y cuantas veces sólo éramos 2 y la “ Corra” era la mejor alternativa?. Resistencia, potencia, velocidad, conducción, remate, función ataque-defensa al por mayor!
Siempre al lado del Estadio la hilera de árboles nos acompañaba y, otra vez, la pelota arriba y a trepar!. La acción de trepar y
saltar era usada frecuentemente y, cuando la destreza ya había sido adquirida, surgía la carrerita para ver quien lo trepaba más rápido.
“Hoy no vas al campito”! con vos firme y amenazante de alguna madre enojada era motivo para armar el fútbol tenis en la calle, al frente de casa, donde las marcas de alquitrán servían de límite de la cancha y de red. Pases con el pie, con 1 pique, con 2, sin pique, con 1 toque, con 2, si era pechito no se contaba, con la cabeza, y los combinados? Muslito, pechito, cabeza; que difíciles eran!. ¿Acaso allí la coordinación general, específica, la visomotora, los cálculos de trayectoria, de velocidad, los patrones motores específicos, y la idea del mini juego y el juego en espacios reducidos no estaban presentes?. Usando la misma cancha, también, aparecía el básquet basurero, adonde utilizábamos los canastos de alambres colgados de los árboles ( usados para poner las bolsas de basura ) y allí aparecieron nuestros primeros lanzamientos de media y larga distancia, las nociones de defender y atacar, pases, piques y el cumplimiento a rajatabla de las reglas, de cerca el gol valía 5 y de lejos valía 10 puntos (todos los juegos superaban los 100 ). Partidazos!.
“El dueño de la pelota hoy falló”. Estaba en penitencia! Al costado izquierdo del Estadio estaban las vías abandonadas del tren... ¿a ver,  cuanto caminas arriba del riel sin tocar el suelo? ¿Y con un solo pie? ¡Y te juego una carrerita hasta la esquina! ¡Y te juego otra sólo tocando el durmiente de madera y no el suelo?. Una belleza total en ejercicios de equilibrio, de equilibrio sobre superficies rígidas y móviles, con equilibrio total y parcial y con pérdida de equilibrio. Una delicia!
También en la "Cabecera Norte" se encontraban los "Silos imponentes, majestuosos, gigantescos, cubiertos de chapas grises", que imponía respeto y algo de miedo también, pero era el lugar preferido para nuestras clases de "lanzamiento"; lanzamiento a pie firme, con impulso, sobre hombro, sobre cadera; todo dependía de la distancia y la altura donde se hallaba el “ hueco “ o la “ ventana sin vidrio “ que poseía el “ Coloso “. El acto de lanzar, precisión, puntería, cálculos, fuerza balística y explosiva...si... también estaban ahí.
Y en la "Cabecera Sur" un día apareció el pavimento, una cuadra de gris cemento, donde rápidamente, se transformó en "Circuito". Los karting con ruedas de rulemanes se hacían sentir y alternaban la actividad de la tarde. ¡A buscar un compañero liviano que haga de conductor y el otro a empujar! (pocas veces me tocaba ser piloto). El traccionar y el empujar se transformaban en "Arte". La fuerza, la fuerza resistencia, y la fuerza potencia se “entrenaban por la tarde“.
Pero claro, como dice el poeta, "eran otros tiempos...". No estaban el Play Station, ni el ciber, ni Internet... y todo nuestro "combo" de diversión pasaba por el movimiento de nuestro cuerpo. Y si… eran otras épocas, ni mejores ni peores… simplemente eran
OTROS TIEMPOS.

 

                                                                                                                     Javier Aiassa
                                                                                                                     Prof. De Educación Fisica
                                                                                                                     Entrenador de Basquet

 Nota: "Dedicado al Gringo, Tito, Walter y Yiyi (amigos y compañeros de "entrenamiento")



LA MIRADA DE SU PADRE

Todos aquellos que cumplimos con  la difícil y  complicada misión de ser padres, muchas veces nos preguntamos y nos planteamos, en realidad, si estamos  haciendo bien las cosas  respecto al crecimiento y  desarrollo  de  nuestros hijos. Dentro de la educación formal (escuelas) y la no formal (clubes), nosotros los adultos tratamos de buscar lo mejor para los niños, pero, ¿es en realidad lo mejor para ellos ?

Nuestros miedos, frustraciones, fracasos, errores y sinsabores afloran por doquier y casi al instante todo aquello que nos ocurrió a nosotros; por nada del mundo permitiremos que les ocurra a ELLOS.

Esta anécdota de autor desconocido es, a mí entender, la mejor manera de ilustrar todo lo anterior:

 “Un muchacho vivía sólo con su padre, ambos tenían una relación muy buena y especial. El joven pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio y casi nunca tenía la oportunidad de jugar, bueno nunca, sin embargo su padre permanecía siempre en las gradas haciéndole compañía. El joven era el más bajo de su clase cuando comenzó la secundaria e  insistía en participar  del equipo; su padre por cierto le daba orientación y le explicaba claramente que “él no tenía que jugar futbol si eso no lo hacía feliz”. Pero el joven amaba el futbol, no faltaba a una práctica ni a un juego, se sentía felizmente comprometido. Su padre con su espíritu luchador permanecía  en las gradas dándole compañía, palabras de aliento y el mejor apoyo. Cuando comenzó la universidad intentó ingresar al equipo, todos estaban seguros que no lo lograría, pero a todos venció. El entrenador le dio la noticia admitiendo que lo había aceptado por su entrega y su garra demostrada en los entrenamientos. Corrió al teléfono más cercano llamó a su padre, quien compartió con él su alegría y emoción.

El joven era muy persistente, nunca faltó a ningún entrenamiento y ningún partido pero en los cuatro años de la universidad nunca tuvo la oportunidad de jugar ningún partido.

Era el final de la temporada y se acercaban los play off, unos minutos antes de que comenzara el primer juego, el entrenador se acerco y le entregó un telegrama… temblando el joven dijo “mi padre murió ésta mañana “¿no hay problema que falte al juego hoy? El entrenador lo abrazó y le dijo “tomate la semana y no se te ocurra venir el sábado “. Llego el sábado, el equipo no se veía bien, en el tercer cuarto llevaba 10 puntos de desventaja cuando el joven entró al vestuario, se equipó y saltó a la cancha junto a sus compañeros. “Entrenador permítame entrar, hoy tengo que jugar…” dijo. El entrenador pretendió no escucharle, no podía poner a su peor jugador en la finales, hasta que por lástima aceptó “entra muchacho el campo es todo tuyo “dijo.
El joven se movía como toda una estrella, su equipo empezó a levantar el tanteador y en los últimos segundos en una jugada brillante y magistral el joven anotó para darle la victoria a su equipo. La gente en las gradas gritaba enloquecida de emoción. Al final, cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven se encontraba apartado en un rincón, pensando calladamente; se acercó y le dijo “muchacho estuviste fantástico, no puedo creerlo, dime como lo lograste “. El joven lo miró y le dijo “usted sabe que mi padre murió…pero no sabía que mi padre era ciego”. El joven hizo una pausa y trató de sonreír  “mi padre asistió a todos mis juegos y hoy era la primera vez que podía verme jugar… y yo quería demostrarle que sí podía hacerlo “.

Nosotros,  los padres,  ¿estaremos MIRANDO a nuestros hijos o solo los estaremos VIENDO…?
                                                                                                                                    Javier Aiassa
                                                                                                                                    Profesor de Educación Física
 
                                                                                                                                                                              Entrenador de Básquet

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